País de origen
Perú
Comunidad en la que resides
“Sembradoras de Paz”, Arequipa- Perú
Años de profesión
30
¿Es la primera vez que participas en un Capítulo General, o ya lo habías hecho con anterioridad? Explícanos tu experiencia
He participado en el anterior Capítulo General, fue una gran experiencia. Pude apreciar con gran detenimiento la globalidad de aspectos que conforman a nuestro Instituto: el nivel espiritual, las obras, el aspecto económico y todos los retos que conllevan tener centros propios. El concientizarnos que los tiempos cambian y que las obras también y el aprender a desprendernos, para emprender nuevos caminos. Me encantó conocer de viva voz las experiencias de la misión de las hermanas del África; el encuentro con los laicos, sus experiencias tan diversas y su cariño a la Madre María Gay Tibau y por supuesto el reencuentro con hermanas que estuvieron en el Perú, a las cuales les tenemos un gran afecto.
¿Cómo te sientes y cuáles son tus expectativas con respecto al XXII Capítulo General?
Me siento muy bien en mi comunidad, en mi apostolado. Tengo la gracia de compartir la fe en un sector aún popular. Hay todavía muchos frentes a los cuales evangelizar y ello me llena de esperanza y dinamismo. Aún hay mucho por hacer y nuestro carisma está más actual que nunca, pues debido a esta pandemia mucha gente comparte sus experiencias de enfermedad, soledad y sufrimiento. Tengo la gracia de visitar a los enfermos y en ellos ver a Cristo. El Capítulo nos permite una revisión de muchos aspectos del Instituto; es una oportunidad -como el camino sinodal- de renovarnos en varios aspectos: partiendo desde el nivel espiritual, abrirnos a nuevas realidades. Es un llamado a no anquilosarnos en lo seguro.
Queremos conocerte mejor, explícanos algo sobre ti: ¿Cómo te definirías, o qué querrías compartir con todos nosotros?
Soy María Elena, una hermana que, con sus luces y sombras se siente muy bendecida por Dios; por el don de la fe. Fe que me ha mantenido en este itinerario de seguimiento a Jesús. Cierto es que no han faltado los momentos difíciles, pero ya en la madurez de mi vida, sólo tengo que agradecer a Dios que mi opción por Él, se ha fortalecido y he podido entender con mayor claridad que seguir a Jesús es servir, es dar la vida, es salir a las periferias y he tenido la gracia de haber estado en esos lugares compartiendo la vida con los pobres, siendo ellos mis grandes maestros.
Mirar y dejarse mirar por aquel que todo lo puede y ser valientes. Hoy el mundo necesita de nuestra presencia más que nunca.